La
afición a la lectura puede momentarse desde pequeñitos. Si tu hijo
todavía no se ha aficionado a la lectura te damos 10 consejos para
animarle a leer. ¡Y sobre todo no te olvides de darle ejemplo!
1.-Hazle partícipe de los libros que compras para él y que opine sobre ellos.
2.-Visitar alguna biblioteca o librería especializada y compartir y disfrutar con ellos el hecho de conocer nuevos libros.
3.-No utilizar en ningún momento la lectura como trabajo-castigo. Leer siempre debe ser un premio.
4.-Sorpréndele de vez en cuando con el regalo de un Tebeo o Cuento.
5.-Sus libros han de estar en un lugar especial. “El rincón de leer” debe ser una zona agradable.
6.-Es un momento de pasarlo bien. La lectura de ocio puede realizarse sentado en un sillón, en el suelo o en la cama.
7.-Lee delante de ellos. Comentar entre los adultos lo interesante de un libro concerto.
8-Para favorece el hábito, procura propiciar la lectura a una hora determinada.
9.-Lecturas fáciles y en tiempos breves motivan a seguir leyendo.
10.-Para cada edad, un libro recomendado. Para cada
niño o niña, un cuento determinado. Con texto o sin él, manuscrito o de
imprenta, con muchos dibujos o con pocos, con viñetas o sin ellas…Hay
que respetar los gustos de cada lector.
Decálogo elaborado por Mar Sánchez Marchori, directora de MSM Pedagogía Creativa
DIEZ DERECHOS DEL LECTOR
El escritor francés Daniel Pennac en su libro
Como una novela (Ed. Anagrama, 2001), en
el último capítulo establece los diez derechos imprescriptibles del lector.
Ahora que comienza la "campaña" de navidad y a la Pecera entrará gente de todo
tipo, desde adorables púberes buscando un libro bonito para sus progenitores (al
final son los que más y con más interés miran por las estanterías, y yo tan
contento), pasando por despistados que vienen por su libro del año (los que
luego te dicen que los libros son caros) para su parienta ("el planeta ese o uno
de esos de histórico o amor que vendas más") llegando hasta esa especie de
humano orcolizado entrañable que entra balbuceando "amigo, invisible, libro,
barato, pero que quede bien", no está de más poner aquí el decálogo de
Pennac. "El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros
porque se sabe mortal. Habita en bandas porque es gregario, pero lee porque sabe
que está solo. La lectura no toma el lugar de nadie más, pero ninguna otra
compañía pudiese remplazarla" (p. 197).
1.
Derecho a no
leer. Sin este derecho la lectura sería una trampa perversa. La libertad
de escribir no puede ir acompañada del deber de leer.
2. El derecho a
saltarse las páginas. Por razones que sólo nos conciernen a nosotros y al
libro que leemos.
3. El derecho a
no terminar el libro. Hay 36.000 motivos para abandonar una lectura antes
del final: la sensación de ya leída, una historia que no engancha, desaprobación
de la tesis del autor... Inútil enumerar los 35.995 motivos restantes, donde
bien podía estar un posible dolor de muelas
4. El derecho a
releer. Por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros,
la comprobación de la intimidad.
5. El derecho a
leer cualquier cosa. Buscamos escritores, buscamos escrituras; se
acabaron los meros compañeros de juego, reclamamos camaradas del alma.
6. El derecho
al bovarismo (enfermedad de transmisión textual). La satisfacción
exclusiva e inmediata de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios
se agitan, el corazón se acelera, la adrenalina sube y el cerebro confunde,
(momentáneamente) lo cotidiano con lo ficticio.
7. El derecho a
leer en cualquier lugar. El viejo Clemenceau daba gracias a un
estreñimiento crónico, sin el cual, afirmaba, jamás habría tenido la dicha de
leer las Memorias de Saint-Simon.
8. El derecho a
hojear. Autorización que nos concedemos para coger cualquier volumen de
nuestra biblioteca, abrirlo por cualquier lugar y sumirnos en él un momento.
Cuando no se dispone de tiempo ni de medios para ir a Venecia, ¿por qué negarse
al derecho de pasar allí cinco minutos?
9. El derecho a
leer en voz alta. Flaubert, que peleó contra la música intempestiva de
las sílabas, sabía de la tiranía de las cadencias, que el sentido es algo que se pronuncia.
10. El derecho
a callarnos. Nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y
nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.